miércoles, 18 de mayo de 2011

Capítulo 4.

Salí de mi casa con mis sentimientos a flor de piel, estaba muy nerviosa pero es que no lo podía evitar. Él era puro nerviosismo, pura magia, puro encanto… Y me hacia temblar cada vez que lo tenía a 10 centímetros de mi.
Esa tarde me puse un vestido azul turquesa con unas sandalias negras, no me maquillé mucho, no quería parecer muy superficial. En realidad buscaba gustarle a él, parecerme a esa chica de la que se enamoró, ser yo misma. Y eso es lo que hice.

Me lo encontré sentado en un banco del parque donde quedamos. Se levantó y empezó a caminar hacia a mi en cuanto me vio.
Yo me quedé pensando sobre lo que debería hacer en esa situación: ¿Le doy dos besos? ¿O uno? ¿En la mejilla? ¿En la boca? Uf, no sabía que hacer así que simplemente dejé que todo fluyera.
El no dudó, se lanzó a por mis labios y después me regaló una preciosa sonrisa.

-          Bueno, y… ¿Qué vamos a hacer hoy?- dije entusiasmada.
-          Pues podemos ir a tomarnos algo…
-          No se… no lo veo muy conveniente… como me vean contigo mis padres me matan… No quiero meterme en líos.- ya no sabía como explicarle las cosas.
-          ¿Pero que miedo le tienes tú a los padres?
-          Tu no lo entiendes… pero prefiero que no vayamos a donde has dicho de verdad… no es un capricho, es un favor que te pido.- dije con tristeza en la cara. Él me vio y acto seguido dijo:
-          Bueno, vale, vale. Entonces elige tú un sitio.
-          ¿Qué tal si nos quedamos aquí? A mi me encanta este parque.
-          Vale, como quieras.

La conversación estrella de la tarde fue nuestra relación. Nos pasamos la tarde entera hablando de lo rápido que habían sucedido las cosas y de la casualidad de habernos vuelto a encontrar.
Llegó la hora de irme a casa, el me acompañó lo más que pudo, ya que vivíamos lejos el uno del otro.
-          ¿Nos vemos mañana no?-me dijo preocupado
-          ¡Pues claro! Llámame y hablamos.
-          Vale. ¡Te quiero, Carol
-          ¡Y yo a ti!
Y volvió esa sonrisa a mi cara.

Llegué a mi casa y las preguntas se lanzaron sobre mí: ¿Dónde has estado? Te he estado llamando, ¿Por qué no lo has cogido? ¿Con quién has salido?
Y un largo etcétera de preguntas comprometidas. Así que me limité a mentir.
      -     Mamá, tranquila. He estado con María dando una vuelta.
      -    ¿Con María?
      -     Sí, ¿alguna pregunta más?
      -     No, anda vete a la cama ya que mañana hay instituto.
      -     Vale, ¡hasta mañana!
      -    ¡Hasta mañana hija! 

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