viernes, 3 de febrero de 2012

Capítulo 20.

-         ¿Quién es ese, Carol?- Raúl estaba asustado. Notaba como sus piernas temblaban y que ahora tenía todavía más prisa en irse que antes. Pero yo no podía hablar, ni mucho menos darle una explicación por que ni yo misma la sabía.
Javier cada vez se acercaba más, y me daba la sensación de que se dirigía a Raúl. Y no estaba equivocada, así fue.
-         ¡Eh, tú! ¿Se puede saber que es lo que te pasa con mi novia?- y le metió un empujón. Yo le cogí por detrás, pero no me sirvió de nada, él era mil veces más fuerte que yo.
-         ¿Tu novia?- Raúl me miró extrañado. Él no sabía nada de que yo tenía novio, y es que éramos tan distintos que era incapaz imaginarnos juntos, pero así era, y a veces me parecía un error tan enorme…
-         Si, mi novia, imbécil. Mira, como te vuelvas a acercar a ella te parto la cara, ¿te enteras?- le levantó la mano como para pegarle.
Yo no podía creer lo que estaba viendo. Me sentiría muy culpable si algo le pasara a Raúl y no se lo perdonaría a Javier ¡jamás!
Los chicos de alrededor se fueron acercando para armar más jaleo y formar una pelea. La misma pelea que yo intentaba evitar… Pero no encontraba manera. ¿Que debía hacer? ¿Llevarme de allí ahora mismo a Raúl? ¿Y Javier? ¿Qué hago con Javier? ¿Cómo puedo hacerlo entrar en razón? No podía, y en el fondo lo sabía. Estaba en un callejón sin salida… Solo me quedaba esperar al horrible final.
-         Mira tío no se de qué me hablas, y ni si quiera te conozco. Así que deja de meterte conmigo y déjanos en paz, ¿quieres?- a Raúl le temblaba la voz.
Al terminar la frase me cogió del brazo, y me alejó de Javier. Quería convencerme de que todo había acabado, pero sabía que no era así.
-         ¡Eh! Te dije que no la volvieras a tocar.- Javier corrió hacia Raúl y le metió un puñetazo.
Me quedé tan asombrada como Raúl, que me miraba desconcertado. Javier estaba muy furioso y parecía que no se había quedado satisfecho, se le notaba en los ojos. Sabía que si no me llevaba de allí a Raúl, pronto acabaría con él.
Así que esta vez fui yo la que le cogió del brazo y lo lleve lo más lejos que pude de Javier, pero no sin antes decirle:
-         Para mí has acabado, te has convertido en un monstruo. ¡No te vuelvas a acercar a él y mucho menos a mí!
Me giré y sin mirar atrás me llevé a Raúl de allí hasta un parque con una fuente donde pude curarle las heridas que le causó Javier.
     - Lo siento, de verdad.- dije casi llorando. Raúl no tenía la culpa de nada, en cambio yo sí. Y eso hacía que me sintiera fatal.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Capítulo 19.


-         ¡Ajá! ¡Te gané!- dijo con una sonrisa triunfante en la cara.
-         Eso ya lo sabía yo, yo no valgo para correr.- y lo decía en serio, era un desastre para el deporte.
-         Pues cuando quieras quedamos, ¡que te voy a convertir en una de las mejores deportistas!- se rió.
-         Lo tienes difícil, pero vale- yo también me reí.
-         De momento esto queda confiscado- y me quitó el pañuelo que cogí esta mañana- ¿Algo tengo que recibir por haberte ganado, no ?- y se rió
-         ¡Ja, Ja! Bueno, ya te lo robaré- y le guiñé el ojo.
Entramos a la clase, llegábamos justo a tiempo. El profesor entraba justo detrás de nosotros. Y algunos ya se estaban sentando en su silla.
-         Uf, por poco, ¿eh?- le dije a Raúl.
-          Pf, ni que lo digas- y me sonrió.

Empezamos la clase, historia para ser más concretos. El profesor no paraba de explicar, y nosotros de tomar apuntes. Cuando acabó la clase, fui a mi taquilla y cogí el móvil. Tenía un mensaje de Javier:

Carol estoy ya en la salida de tu instituto, cuando salgas de la clase vete al sitio del otro día, te espero allí.
Te quiero.

Pero antes de que le pudiera responder apareció Raúl. Bloqueé el móvil y lo metí en mi bolsillo.
-         Carol, ¿vas a salir ya?
-         Si, ¡un momento! - saqué de nuevo el móvil y le contesté. Solo me dio tiempo a ponerle un simple “vale”, por que Raúl me esperaba y parecía tener prisa.- Ya está Raúl, ¡podemos irnos!- y le sonreí.
Llegamos a la salida, estuve buscando a Javier un buen rato con la mirada pero no le veía. Mientras, hablé con Raúl por que me fijé de que tenía el pañuelo que me quitó esta mañana. Intenté quitárselo, pero no me lo puso nada fácil.

Hizo que corriera detrás suya, con la escusa de que “me estaba entrenando para que me convirtiera en una gran deportista” y por si fuera poco él era más alto que yo, y supo aprovecharse de eso. Alzaba las manos y ponía el pañuelo la más arriba que podía y yo, como no, tenía que saltar.
-         Raúl, si sabes que no puedo contigo, dame ya el pañuelo- y le puse una de mis mejores caras de convicción.
-         ¡Bueno, vale! Tienes suerte de que sea tan bueno y compasivo ¡Ja, Ja!
-         ¿Bueno y compasivo? ¡Tu lo que tienes es prisa! Si no me dejas aquí hasta las cinco de la tarde- y me reí.
-         ¡Ja, Ja! ¡Cómo me conoces, Carol! Anda, toma.- sacó el pañuelo de la mochila y en vez de dármelo en la mano me lo puso él directamente en el cuello- Te sienta muy bien este pañuelo- y me sonrió.
Pero antes de que pudiera dar gracias o al menos sonreír, escuchamos un fuerte grito. Me giré lo más rápido que pude, era Javier. ¡¿Qué estaba haciendo?! ¡¿Por qué gritaba así?!
Veía como se aproximaba hacia nosotros, y se le notaba muy enfadado. Estaba muerta de miedo, por que no sabía ni qué iba a hacer, ni por qué y lo que es peor… a quién. Pero estaba segura de que pronto se me resolverían todas mis dudas.

martes, 13 de septiembre de 2011

Capítulo 18.


Las horas se me hacían interminables sin él a mi lado. Daban igual todas las horas que estuviera con él, todos sus besos, sus caricias, sus “te quiero”… todo daba igual si después nos separábamos, le echaba tanto de menos.

Y así pensando en él me dormí. Cuando me desperté no recordaba nada, ni cuando ni por qué me había dormido. Ni siquiera sabía cuantas horas había estado durmiendo. Miré el reloj de mi habitación. ¡¿Las ocho y cuarto de la mañana?! No puede ser, llego tardísimo.
Me levanté de la cama corriendo, me puse los primeros vaqueros que encontré y una camisa blanca. Cogí un pañuelo por si acaso refrescaba y me puse la mochila.
Fui hasta la cocina y le cogí a mi madre unos de los cruasanes todavía calientes de la mesa.
-         Hija, ¿a dónde vas con tanta prisa, cielo?
-         Mamá, llego tarde al instituto. Me he dormido, me tengo que ir pitando.
-         Bueno espérate a que te prepare un vaso de leche o algo, que tienes que desayunar algo más.
Vi que se levantó de la mesa que teníamos en la cocina y que se iba a dirigir a la nevera.  Fui hasta donde estaba ella.
-         Mamá se que me vas a matar pero no puedo pararme a desayunar, ¿vale? Como llegue tarde me matan. Mira, después si quieres a la hora de comer me hinchas a comida.- y nos reímos.
Parece que se quedó más convencida. Le di uno de mis besos en la mejilla, que tanto le gustaban. Y la dejé así, con una sonrisa en la cara.

Bajé las escaleras, salí de mi casa y justo cuando cerré la puerta para marcharme alguien me llamó.
-         ¡Carol, Carol!
La voz me sonaba, y no había nada más por la calle. Supongo que se refería a mí, así que me giré.
¡Anda! Era Raúl, mi compañero de clase. Vivía cerca de mí y nos llevábamos muy bien. Él siempre estaba dispuesto a ayudarme, era un cielo de persona. De hecho, era uno de mis mejores amigos, por no decir el mejor.
-         ¡Raúl! Que, ¿tu también te has dormido o qué?- y me eché a reír.
-         Pf, vaya Carol. El despertador que no me ha sonado.
-         Bueno suele pasar, aunque como no nos demos prisa nos van a poner un retraso que no veas…
-         ¡Venga, te hecho una carrera!- dijo con entusiasmo.
-         ¿Qué? ¿Estás loco?- me reí.
-         Si, venga. No es tan raro ver a dos personas que llegan tarde corriendo como locas, ¿no?- intentaba animarme, y lo consiguió.
-         Bueno visto así… ¡Venga!- me preparé para correr. Él hizo lo mismo.
-         1…2…3… ¡YA!

Empezamos a correr como locos hacia el instituto, y en un santiamén llegamos. Yo acabé sin aliento, no tenía mucha resistencia física. Él no parecía tan cansado.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Capítulo 17.


Yo no me iba a quedar atrás, le contesté:

Gracias a ti, Javier. Gracias por ensañarme a creer en el verdadero amor, y por dejarme vivir este sueño junto a ti. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida, y no quiero que nada estropeé esto. Lucharé lo que haga falta para que ese cinco de Abril no se derrumbe. Te quiero.

No lo hice tan bien como él, pero expresé lo que sentía… y en eso consistía, ¿no? Además le puse nuestra fecha, así no se olvidaría de ella nunca. Aunque a mí no me hacía falta escribirlo, ni si quiera ningún recuerdo para acordarme de nuestra fecha y de lo que le quería.
Iba todo perfecto hasta que se acabo el fin de semana. Entre semana no nos veíamos mucho, y es que llevarlo en secreto no nos era nada fácil. Y entre lo deberes y demás pocas veces nos encontrábamos.
Pero ese día vino a recogerme a la salida del colegio, él y otro chico. No tenía ni idea de quien era, pero parecía un amigo suyo. Iba vestido más o menos como Javier: pantalones vaqueros y camiseta de color llamativo ajustada. Era alto pero Javier era más moreno.
Me despedí de mis amigas y me acerqué a ellos. Le di un beso a Javier, y está vez en la boca. Ya no me lo pensaba. Habían pasado muchas cosas entre nosotros  y no merecía la pena dudar. Segundos después el amigo de Javier se acercó a mí y me dio dos besos.
-         Carol, te presento a Antonio.
-         Ah, ¡hola!- no sabía que más decir. No lo conocía de nada, y tampoco yo era demasiado atrevida para hablar demasiado. Solía ser reservada, genes de mi madre.
-         ¿Te ha gustado mi sorpresa?- dijo con una sonrisa en la cara.
-         ¡Pues claro que me ha gustado!- estaba muy feliz de tenerle cerca mía otra vez, pero tenía miedo por la gente de alrededor. ¿Y si se lo decían a mis padres? Cualquier profesor le podría comentar algo…
-         Bueno, ¿nos vamos?- dijo Javier.
-         Vale.
Me fijé que los dos iban en moto. Javier tenía la suya de siempre, una grande y roja. Antonio, su amigo tenía otra igual de grande pero era azul y negra. Antonio se montó primero.
-         Javier, nos vemos donde siempre.- y le guiñó un ojo. A mí me hizo un gesto con la cabeza, supongo que era un “adiós”.
-         ¡Vale, allí estaré!- y le sonrió.
Segundos después Antonio arrancó la moto, y se fue a toda velocidad por la carretera. No llegué a conocerle muy bien, pero parecía un tipo de estos con el que no se solían meter. Un típico y puro ejemplo de los amigos con los que se juntaba Javier.
Me preguntaba a que sitio se referían…

Javier me montó en la moto y me dejó cerca de mi casa. Me dijo que mañana intentaría volver a verme, y venir a recogerme a la salida del instituto.
A mi me encantaba que viniera, pero a la vez tenía tanto miedo… Supongo que los seres humanos siempre vamos hacia la tentación y el deseo, sea cual sea la consecuencia. Y si eso era así, yo era la más humana de todas.

lunes, 15 de agosto de 2011

Capítulo 16.

-         ¿Diga?- le noté la voz apagada.
-         Javier, soy Carolina. Te llamaba por que ya no puedo más y necesito hablar contigo. Todo esto me supera.- dije con voz ahogada.
-         Ni yo Carol, ni yo…
Se me partía el alma de escucharlo así. Yo le quería, y no podía imaginarse cuánto. Quizás en estos momentos él dudase de mi amor, y era normal. Pero también se sentía culpable, muy culpable, se lo notaba en la voz.
-         ¿Quedamos a las seis en nuestro parque?- dije dudosa. No sabía qué me iba a contestar, ni como iba a reaccionar…
-         Claro, allí nos vemos.- y colgó.
No se despidió de mí ni siquiera. Y no sabía por qué, ¡si la que tenía que estar enfadada era yo! Pero bueno, pensaba ir de todas formas. Era lo único que podía hacer ya…
 Me vestí y salí corriendo para el parque. Mis padres estaban echando la siesta, así que les dejé una nota en la nevera:

Queridos mamá y papá: he salido un momento al centro, por que me hacen fata algunas cosillas. Si necesitáis cualquier cosa me llamáis al móvil. ¡Os quiero!

Y me fui. En cuanto llegué al parque le vi. Estaba de brazos cruzados, dando vueltas para acá y para allá todo el rato. Estaba nervioso, y yo también. Me acerqué a él, y cuando me vio se dirigió hacia la dirección en la que yo estaba. Cuando nos quedamos el uno frente al otro no sabíamos qué decir.

-         Lo siento- en sus ojos pude ver el mayor de los arrepentimientos.
-         No puedo más, Javier. Y entiéndeme, lo pasé fatal. Tienes unos amigos que son una porquería, fumas, y encima me mientes. Y lo peor es que por esas mismas mentiras yo me metí en ese lío… ¡que me podían haber metido un navajazo, joder!
-         Lo sé, Carol… Y lo siento mucho. Y te juro, y te volveré a jurar todas las veces que tú quieras que no volverá a pasar. Pero por favor solo necesito otra oportunidad… Sé que es difícil, pero…
-         Vale, está bien… Creeré y confiaré en ti otra vez más. Pero por favor esta vez no me falles, que te juro que me hundo del todo, Javier… Que eres lo que más quiero- y se me saltó una lágrima.
Acto seguido me besó. Ya echaba de menos sus besos, y aunque mis lágrimas aún corrían por mis mejillas, estaba feliz, enormemente feliz. Y solo por una cosa: por que le tenía a él. Estaba junto a mí, y lo habíamos arreglado todo, eso para mí ya era como estar en el paraíso.

Cuando pasó la tarde, me dejó cerca de mi casa, ya que mis padres seguían sin saber lo nuestro. Me despedí de él y se fue.
Cuando llegué a mi casa parecía otra, y mis padres también lo notaban. Sonreía sin motivo alguno, estuve muy cariñosa con todos… Ahora ya no veía otra vida más allá de mi sonrisa y de mi felicidad. Ahora todo era diferente.
Cuando llegué a mi cuarto me sonó el móvil, era un mensaje de Javier.

Gracias por perdonarme y a la vez hacerme el chico más feliz del mundo a tu lado, Carolina. Te prometo que esto no volverá a pasar y que haré todo lo posible por que no nos separemos NUNCA. Te quiero.

sábado, 13 de agosto de 2011

Capítulo 15.


-         ¡Carol!
-         María, ¿qué haces aquí?- le pregunté extrañada. No sabía como me había encontrado y tampoco por qué había venido a buscarme.
-         Carol, llevas semanas sin cogerme el teléfono, ¿qué te pasa?
-         Nada- dije cabizbaja.
-         No, nada no. Cuéntame, ¿qué pasó la tarde esa en la que desapareciste a la salida del instituto y no regresaste hasta el anochecer?
No me quedó más remedio, se lo expliqué todo. Cuando terminé noté el miedo y la preocupación en sus ojos. No sabía que decirme ni como tranquilizarme.
-         Sí, lo sé. No sabes qué decir…- le dije cabizbaja.
-         Solo se me ocurren tres palabras: es un cabrón. ¿Cómo puede juntarse con esa gente y encima ponerte a ti en peligro?- dijo enfadada.
-         Hombre… también fui yo la que fue buscando a esos macarras para encontrar alguna respuesta…
-         Pero no la tendrías que haber buscado si él fuese como tenía que ser, Carol. Tenía que ser una persona en condiciones, y juntarse con buena gente. ¡No que por su culpa tú has estado en peligro, Carol!
-         Lo sé, María, lo se… Pero es que la duda me mataba, y lo peor es que ahora no sé que hacer.- cada vez me iba consumiendo más la tristeza.
-         ¡Hablar con él! Eso es lo que tienes que hacer, Carol. Y aclararlo todo bien, a ver que pasa. Y que sepas que para lo bueno y para lo malo me tienes aquí.- y se le dibujó una sonrisa en su cara.
-         Lo sé, María. Y no sabría que hacer sin ti. Eso también lo sabes, ¿verdad?- y me reí. Era una de las pocas personas que en momentos como esos me sacaba una sonrisilla.
-         Sí, lo sé.- se rió también.
Me puse de pie y le abracé como nunca antes lo había hecho. Ella era mucho en mi vida, quizás ella no sabía hasta que punto e incluso yo tampoco, pero era mucho, eso sí lo sabía, y supongo que ella también.
Pasamos por al lado de ese chico rubio, y María se le quedó mirando.
-         Oye Carol, ese chico me suena de algo, ¿a ti no?
-         Sí, a mi también. Pero no logro recordar de qué.
-         A mi solo me suena del instituto, la verdad.- dijo sin darle mucha importancia.
-         Yo estoy casi segura de que lo conozco de algo más, pero no consigo recordar de qué…- seguía confusa, pero tampoco estaba yo para pensar mucho.
-         ¿Y qué hace aquí?- preguntó extrañada.
-         Yo que se, maría. Estará dando una vuelta.- le quité peso a la conversación. Sabía que era mucha casualidad que estuviese allí, pero no le dí más vueltas. Existían las casualidades, ¿no? Entonces todo eso era casualidad. Tema zanjado.
Caminamos hasta cansarnos, luego nos despedimos y me fui con la promesa de llamar a Javier en cuanto llegase a mi casa. Y cumplí mi promesa.

jueves, 11 de agosto de 2011

Capítulo 14.

Y yo no paraba de caminar. Por cada paso una lágrima recorría mis mejillas y así sucesivamente día tras otro, y pasaban los días, las semanas y yo seguía igual. No contestaba a sus llamadas, y siempre que podía le evitaba. Tampoco comía ni dormía muy bien, por que todavía podía recordar esa navaja tan cerca de mi cuerpo y cada vez que lo hacía un escalofrío recorría todo mi cuerpo.
Y ya no podía más. Decidí salir a que me diera el aire, a despejarme... pero sobretodo, a pensar que era lo que tenía que hacer para hacerle frente a esta situación.
Y me sentí como una estúpida, pero sabía que no había otro sitio mejor para pensar que el parque, nuestro parque. Sí, sé que ese parque estaba empapado de recuerdos suyos, pero algo me decía que allí encontraría una solución.
Cuando llegué me senté en nuestro banco y me detuve en mirar al horizonte buscando alguna solución para mi problema. Entonces me di cuenta de que no estaba sola en ese parque. Me sonaba su cara de verle por el instituto y de algo más... pero nunca lograba recordar de que. Ese chico rubio de ojos azules me tenía confundida, por que por más que le daba vueltas no lograba adivinar quién era ni por que estaba casi siempre donde yo estaba, aunque también pensé que puede ser pura casualidad, pero justo en este parque escondido del mundo... ¿Puede haber tanta casualidad?
De todas formas yo tampoco estaba para pensar mucho en otras cosas que no fueran él... Javier. Desde las últimas semanas él era mi única preocupación y yo no podía más. Ya no sabía que hacer, pero es que le quería tanto que todo esto me superaba. Quería arreglar las cosas, pero pasé demasiado miedo y estaba muy confundida... y lo peor: seguía en ese parque sin saber que hacer.
A lo lejos vi una silueta que me sonaba. Era María. No tenía ni idea de como me había encontrado...