viernes, 18 de noviembre de 2011

Capítulo 19.


-         ¡Ajá! ¡Te gané!- dijo con una sonrisa triunfante en la cara.
-         Eso ya lo sabía yo, yo no valgo para correr.- y lo decía en serio, era un desastre para el deporte.
-         Pues cuando quieras quedamos, ¡que te voy a convertir en una de las mejores deportistas!- se rió.
-         Lo tienes difícil, pero vale- yo también me reí.
-         De momento esto queda confiscado- y me quitó el pañuelo que cogí esta mañana- ¿Algo tengo que recibir por haberte ganado, no ?- y se rió
-         ¡Ja, Ja! Bueno, ya te lo robaré- y le guiñé el ojo.
Entramos a la clase, llegábamos justo a tiempo. El profesor entraba justo detrás de nosotros. Y algunos ya se estaban sentando en su silla.
-         Uf, por poco, ¿eh?- le dije a Raúl.
-          Pf, ni que lo digas- y me sonrió.

Empezamos la clase, historia para ser más concretos. El profesor no paraba de explicar, y nosotros de tomar apuntes. Cuando acabó la clase, fui a mi taquilla y cogí el móvil. Tenía un mensaje de Javier:

Carol estoy ya en la salida de tu instituto, cuando salgas de la clase vete al sitio del otro día, te espero allí.
Te quiero.

Pero antes de que le pudiera responder apareció Raúl. Bloqueé el móvil y lo metí en mi bolsillo.
-         Carol, ¿vas a salir ya?
-         Si, ¡un momento! - saqué de nuevo el móvil y le contesté. Solo me dio tiempo a ponerle un simple “vale”, por que Raúl me esperaba y parecía tener prisa.- Ya está Raúl, ¡podemos irnos!- y le sonreí.
Llegamos a la salida, estuve buscando a Javier un buen rato con la mirada pero no le veía. Mientras, hablé con Raúl por que me fijé de que tenía el pañuelo que me quitó esta mañana. Intenté quitárselo, pero no me lo puso nada fácil.

Hizo que corriera detrás suya, con la escusa de que “me estaba entrenando para que me convirtiera en una gran deportista” y por si fuera poco él era más alto que yo, y supo aprovecharse de eso. Alzaba las manos y ponía el pañuelo la más arriba que podía y yo, como no, tenía que saltar.
-         Raúl, si sabes que no puedo contigo, dame ya el pañuelo- y le puse una de mis mejores caras de convicción.
-         ¡Bueno, vale! Tienes suerte de que sea tan bueno y compasivo ¡Ja, Ja!
-         ¿Bueno y compasivo? ¡Tu lo que tienes es prisa! Si no me dejas aquí hasta las cinco de la tarde- y me reí.
-         ¡Ja, Ja! ¡Cómo me conoces, Carol! Anda, toma.- sacó el pañuelo de la mochila y en vez de dármelo en la mano me lo puso él directamente en el cuello- Te sienta muy bien este pañuelo- y me sonrió.
Pero antes de que pudiera dar gracias o al menos sonreír, escuchamos un fuerte grito. Me giré lo más rápido que pude, era Javier. ¡¿Qué estaba haciendo?! ¡¿Por qué gritaba así?!
Veía como se aproximaba hacia nosotros, y se le notaba muy enfadado. Estaba muerta de miedo, por que no sabía ni qué iba a hacer, ni por qué y lo que es peor… a quién. Pero estaba segura de que pronto se me resolverían todas mis dudas.