lunes, 15 de agosto de 2011

Capítulo 16.

-         ¿Diga?- le noté la voz apagada.
-         Javier, soy Carolina. Te llamaba por que ya no puedo más y necesito hablar contigo. Todo esto me supera.- dije con voz ahogada.
-         Ni yo Carol, ni yo…
Se me partía el alma de escucharlo así. Yo le quería, y no podía imaginarse cuánto. Quizás en estos momentos él dudase de mi amor, y era normal. Pero también se sentía culpable, muy culpable, se lo notaba en la voz.
-         ¿Quedamos a las seis en nuestro parque?- dije dudosa. No sabía qué me iba a contestar, ni como iba a reaccionar…
-         Claro, allí nos vemos.- y colgó.
No se despidió de mí ni siquiera. Y no sabía por qué, ¡si la que tenía que estar enfadada era yo! Pero bueno, pensaba ir de todas formas. Era lo único que podía hacer ya…
 Me vestí y salí corriendo para el parque. Mis padres estaban echando la siesta, así que les dejé una nota en la nevera:

Queridos mamá y papá: he salido un momento al centro, por que me hacen fata algunas cosillas. Si necesitáis cualquier cosa me llamáis al móvil. ¡Os quiero!

Y me fui. En cuanto llegué al parque le vi. Estaba de brazos cruzados, dando vueltas para acá y para allá todo el rato. Estaba nervioso, y yo también. Me acerqué a él, y cuando me vio se dirigió hacia la dirección en la que yo estaba. Cuando nos quedamos el uno frente al otro no sabíamos qué decir.

-         Lo siento- en sus ojos pude ver el mayor de los arrepentimientos.
-         No puedo más, Javier. Y entiéndeme, lo pasé fatal. Tienes unos amigos que son una porquería, fumas, y encima me mientes. Y lo peor es que por esas mismas mentiras yo me metí en ese lío… ¡que me podían haber metido un navajazo, joder!
-         Lo sé, Carol… Y lo siento mucho. Y te juro, y te volveré a jurar todas las veces que tú quieras que no volverá a pasar. Pero por favor solo necesito otra oportunidad… Sé que es difícil, pero…
-         Vale, está bien… Creeré y confiaré en ti otra vez más. Pero por favor esta vez no me falles, que te juro que me hundo del todo, Javier… Que eres lo que más quiero- y se me saltó una lágrima.
Acto seguido me besó. Ya echaba de menos sus besos, y aunque mis lágrimas aún corrían por mis mejillas, estaba feliz, enormemente feliz. Y solo por una cosa: por que le tenía a él. Estaba junto a mí, y lo habíamos arreglado todo, eso para mí ya era como estar en el paraíso.

Cuando pasó la tarde, me dejó cerca de mi casa, ya que mis padres seguían sin saber lo nuestro. Me despedí de él y se fue.
Cuando llegué a mi casa parecía otra, y mis padres también lo notaban. Sonreía sin motivo alguno, estuve muy cariñosa con todos… Ahora ya no veía otra vida más allá de mi sonrisa y de mi felicidad. Ahora todo era diferente.
Cuando llegué a mi cuarto me sonó el móvil, era un mensaje de Javier.

Gracias por perdonarme y a la vez hacerme el chico más feliz del mundo a tu lado, Carolina. Te prometo que esto no volverá a pasar y que haré todo lo posible por que no nos separemos NUNCA. Te quiero.

sábado, 13 de agosto de 2011

Capítulo 15.


-         ¡Carol!
-         María, ¿qué haces aquí?- le pregunté extrañada. No sabía como me había encontrado y tampoco por qué había venido a buscarme.
-         Carol, llevas semanas sin cogerme el teléfono, ¿qué te pasa?
-         Nada- dije cabizbaja.
-         No, nada no. Cuéntame, ¿qué pasó la tarde esa en la que desapareciste a la salida del instituto y no regresaste hasta el anochecer?
No me quedó más remedio, se lo expliqué todo. Cuando terminé noté el miedo y la preocupación en sus ojos. No sabía que decirme ni como tranquilizarme.
-         Sí, lo sé. No sabes qué decir…- le dije cabizbaja.
-         Solo se me ocurren tres palabras: es un cabrón. ¿Cómo puede juntarse con esa gente y encima ponerte a ti en peligro?- dijo enfadada.
-         Hombre… también fui yo la que fue buscando a esos macarras para encontrar alguna respuesta…
-         Pero no la tendrías que haber buscado si él fuese como tenía que ser, Carol. Tenía que ser una persona en condiciones, y juntarse con buena gente. ¡No que por su culpa tú has estado en peligro, Carol!
-         Lo sé, María, lo se… Pero es que la duda me mataba, y lo peor es que ahora no sé que hacer.- cada vez me iba consumiendo más la tristeza.
-         ¡Hablar con él! Eso es lo que tienes que hacer, Carol. Y aclararlo todo bien, a ver que pasa. Y que sepas que para lo bueno y para lo malo me tienes aquí.- y se le dibujó una sonrisa en su cara.
-         Lo sé, María. Y no sabría que hacer sin ti. Eso también lo sabes, ¿verdad?- y me reí. Era una de las pocas personas que en momentos como esos me sacaba una sonrisilla.
-         Sí, lo sé.- se rió también.
Me puse de pie y le abracé como nunca antes lo había hecho. Ella era mucho en mi vida, quizás ella no sabía hasta que punto e incluso yo tampoco, pero era mucho, eso sí lo sabía, y supongo que ella también.
Pasamos por al lado de ese chico rubio, y María se le quedó mirando.
-         Oye Carol, ese chico me suena de algo, ¿a ti no?
-         Sí, a mi también. Pero no logro recordar de qué.
-         A mi solo me suena del instituto, la verdad.- dijo sin darle mucha importancia.
-         Yo estoy casi segura de que lo conozco de algo más, pero no consigo recordar de qué…- seguía confusa, pero tampoco estaba yo para pensar mucho.
-         ¿Y qué hace aquí?- preguntó extrañada.
-         Yo que se, maría. Estará dando una vuelta.- le quité peso a la conversación. Sabía que era mucha casualidad que estuviese allí, pero no le dí más vueltas. Existían las casualidades, ¿no? Entonces todo eso era casualidad. Tema zanjado.
Caminamos hasta cansarnos, luego nos despedimos y me fui con la promesa de llamar a Javier en cuanto llegase a mi casa. Y cumplí mi promesa.

jueves, 11 de agosto de 2011

Capítulo 14.

Y yo no paraba de caminar. Por cada paso una lágrima recorría mis mejillas y así sucesivamente día tras otro, y pasaban los días, las semanas y yo seguía igual. No contestaba a sus llamadas, y siempre que podía le evitaba. Tampoco comía ni dormía muy bien, por que todavía podía recordar esa navaja tan cerca de mi cuerpo y cada vez que lo hacía un escalofrío recorría todo mi cuerpo.
Y ya no podía más. Decidí salir a que me diera el aire, a despejarme... pero sobretodo, a pensar que era lo que tenía que hacer para hacerle frente a esta situación.
Y me sentí como una estúpida, pero sabía que no había otro sitio mejor para pensar que el parque, nuestro parque. Sí, sé que ese parque estaba empapado de recuerdos suyos, pero algo me decía que allí encontraría una solución.
Cuando llegué me senté en nuestro banco y me detuve en mirar al horizonte buscando alguna solución para mi problema. Entonces me di cuenta de que no estaba sola en ese parque. Me sonaba su cara de verle por el instituto y de algo más... pero nunca lograba recordar de que. Ese chico rubio de ojos azules me tenía confundida, por que por más que le daba vueltas no lograba adivinar quién era ni por que estaba casi siempre donde yo estaba, aunque también pensé que puede ser pura casualidad, pero justo en este parque escondido del mundo... ¿Puede haber tanta casualidad?
De todas formas yo tampoco estaba para pensar mucho en otras cosas que no fueran él... Javier. Desde las últimas semanas él era mi única preocupación y yo no podía más. Ya no sabía que hacer, pero es que le quería tanto que todo esto me superaba. Quería arreglar las cosas, pero pasé demasiado miedo y estaba muy confundida... y lo peor: seguía en ese parque sin saber que hacer.
A lo lejos vi una silueta que me sonaba. Era María. No tenía ni idea de como me había encontrado...