miércoles, 18 de mayo de 2011

Capítulo 1.

No se lo que pasó. De repente me fijé en él, no se por qué ni cómo… solo se que me enamoré en ese instante. No paraba de pensar en él.
Pasaban los días y verlo de nuevo ya era una necesidad, así que conseguí una manera de acercarme a él.
No soy mucho de fútbol, pero a él le encantaba y le iba a ver cada vez que jugaba con mi mejor amiga María, la verdad es que no se que hubiera hecho yo si no la tuviera a mi lado, ella es y siempre será mi otra mitad.

Tras el infinito partido del viernes se decidió a acercarse a mí. Mis piernas temblaban, ¡no me lo podía creer! Yo solo me hice la disimulada y esperé hasta tenerlo justo en frente de mí.

-          ¿Qué pasa que ya no te acuerdas de mí?- dijo con una preciosa sonrisa en la cara.
-          Claro que me acuerdo, eres Javier.
-          ¡Ya sabía yo que no podrías olvidar a tu gran amigo de la infancia! Me alegro de que aún te acuerdes de mí.
No pude evitar sonreír… ¡me encantaba! Y también me encantó que se acordase de mí, tantos años sin hablar ni una palabra son una buena justificación del olvido. Estuvimos hablando durante toda la tarde, riéndonos, recordando viejos tiempos, contándonos todo lo que nos ha pasado durante todos esos años… era un encanto. No había cambiado nada, seguía tan moreno como de costumbre, alto y delgado. Con esos ojos marrones que cambiaban de color impredeciblemente, tal y como él era. Seguía siendo Javier, mi amigo desde que tenía uso de razón.

No entiendo por qué pero, me dio una pulsera que él llevaba puesta. Me dijo que le daba suerte en los partidos. Me pidió que se la guardase y así lo hice.
A cambio, él se llevo un colgante que llevaba yo puesto esa tarde.
No se por qué, pero simplemente dejé que se lo llevara. Sabía que iba a estar en buenas manos.

Esa no fue la única tarde, hubo muchas más, pero a mí todas me parecían pocas. Me encantaba estar con él, no se que le veían de malo los demás, sobretodo mi familia.

      -    ¿Pero por qué no puedo salir con él, que hay de malo?- repliqué con insistencia.
      -    ¡Está claro que hay de malo! Es una mala influencia, no te traerá nada bueno Carolina. ¡No hay nada más que ver las pintas que tiene!- gritó mi padre, con esa expresión que solía poner él cuando se enfadaba.
      -     Uf! Vale, vale… ¡como tú digas!
Pegué un portazo y me fui a mi habitación. Carolina esto, Carolina lo otro… ¡Estoy ya harta de que todo lo que haga sea malo o esté mal!
Iba a quedar con él, me da igual. Lo haré a escondidas si hace falta, pero lo haré.

No hay comentarios:

Publicar un comentario